sábado, 17 de mayo de 2014

Ver con los dedos, interpretar con los ojos.




                 


      Me dijo: "Me confunde ver la partitura, a alguien girando la página, mis manos o el teclado",  y en tales circunstancias a veces cometía algún error, sobre todo, con la mano derecha. Tenía que cerrar los ojos e interpretar de manera no visual, utilizando sólo "la memoria de sus músculos" y su estupendo oído. [...]
       Le pedí que volviera a tocar. Lilian puso reparos, y cuando la hube convencido se dirigió al piano, aunque no acertó la dirección. Claude la corrigió amablemente. Una vez al piano, al principio se equivocó, se confundió con las notas, y pareció preocupada y confusa . "¿Dónde estoy?", gritó, y a mí se me encogió el corazón. Pero entonces encontró su lugar y comenzó a tocar de una manera muy hermosa, y las notas se elevaron, se fundieron y entrelazaron. Claude se quedó asombrado y conmovido. "Hacía dos o tres semanas que no tocaba", me susurró. Mientras tocaba, Lilian  mantenía la vista elevada, canturreando suavemente la melodía para sí. Tocó con consumada maestría, con toda la fuerza y el sentimiento que mostraba antes, a medida que la música de Haydn se transformaba en una turbulencia furiosa, en un altercado musical. A continuación, cuando el cuarteto se acercaba a sus acordes finales, Lilian dijo simplemente: "Todo está perdonado."
Oliver Sacks, Repentización en Los ojos de la mente.
Anagrama, pág 25 y pág 42

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