lunes, 7 de julio de 2014

El maestro de Petersburgo: intertexto, texto, cotexto, pretexto


         “La lectura consiste en ser el brazo y ser el hacha y ser el cráneo que se parte; la lectura es entregarse, rendirse, no mantenerse distante ni burlón”.
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       "Lo primero que hace cuando ella  lo deja solo es retirar la colcha de la cama. Las sábanas está limpias. Se arrodilla y aprieta la nariz contra la almohada, pero sólo consigue percibir el olor del jabón y del hilo secado al sol. Abre los cajones. Han sido vaciados.
Deposita la maleta sobre la cama y la abre. Encima de todo encuentra un traje de algodón blanco, bien doblado. Aprieta la frente contra el tejido  y muy débilmente le llega el olor de su hijo. Respira hondo una y otra vez,  pensando: es su espíritu que entra en mí."

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   “He leído Crimen y castigo, su libro. Y de ahí saqué la idea. Es un libro excelente; nunca he leído cosa igual. A veces me aterraba."
 
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   “Aquí terminan las líneas… Empiezan en los ministerios y en el tesoro, en la bolsa de valores y en los bancos. Empiezan en las cancillerías de toda Europa. Las líneas de fuerza comienzan ahí, e irradian en todas direcciones, hasta terminar en sótanos como este, en donde viven bajo tierra estos pobres desgraciados”. 
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    “Si estás tocado por el don de la escritura, quiere decirle, ten en cuenta cuál es la fuente del don. Escribes precisamente porque estuviste solo en tu infancia, porque no tuviste amor… No escribimos gracias a las plenitud; escribimos gracias a la angustia, a la carencia”. 
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   "La desea ardientemente. Más aún: la desea, pero no en esa  estrecha cama de niño, sino en la cama de viuda que tiene en la habitación contigua: La imagina así al verla tendida junto a su hija, con los ojos muy abiertos y relucientes. Por vez primera se da cuenta que pertenece a un tipo de mujer sobre el cual nunca ha escrito en sus libros. Las mujeres  a las que está acostumbrado no carecen  de intensidad propia, aunque sea una intensidad de piel y de nervio. Las sensaciones que tiene son intensas, eléctricas, inmediatas: acontecen en la superficie. En cambio, con ella se adentra en un cuerpo que sangra, un cuerpo visceral, cuyas sensaciones tiene lugar en lo más profundo.
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   Ella se echa a reír: es posible que esté enojada, pero no ofendida. A ella le puede decir lo que sea.
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   "Me estoy conduciendo como un personaje de libro, piensa. Pero ni siquiera le sirve de ayuda burlarse de sí mismo. Le tiemblan los hombros. Sin hacer ruido, comienza a llorar.
     En un libro, la mujer reaccionaría ante su pena con una oleada de compasión. Esta mujer no actúa así. Se sienta ante la mesa, bajo la luz tililante, con la mirada huidiza y la labor  en el regazo. Es tarde, no hay nadie que los vea, la niña está durmiendo.
¡Maldito sea el corazón!, se dice él. ¡Malditas emociones!  ¡La piedra angular no es el corazón, ni como se siente el corazón, sino la muerte y cómo se siente el muchacho muerto! "                                                               
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   “El demonio: ese instante en el que inicia el clímax y el alma se retuerce al salir del cuerpo para comenzar su espiral descendente hacia el olvido”
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    "Algo terrible empieza a asomar al fondo de esta cháchara.

     - ¿Quién es Jesús? -pregunta con dulzura.
-¿Jesús? -Cae la noche; son las dos únicas personas que hay en esa bocacalle fría y desangelada. Ella lo mira con incredulidad-. No sabe usted quien es Jesús?
- Cuando dice que yo soy Judas, ¿quién es Jesús?
Ella sonríe.
- No es más que una manera de hablar -dice. Y luego, como si hablase para sus adentros, añade:
 -No entienden nada. -Vuelve a tenderle la mano-. "


J. M. Coetzee. El maestro de Petersburgo.
Traducción de Miguel Martínez-Lage
2004, DEBOLS!LLO



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