Fue a la cocina. Los olores nocturnos, ya lo había notado otras muchas veces, eran distintos de los diurnos, más mohosos, más anticuados, más tenues e insidiosos. Se abrió los dos lados de la bata de seda y hundió la cara en el hueco. Sí, también su olor era diferente, un olor estancado, infantil, secreto.
Se le ocurrió la idea de que nunca se había acostumbrado del todo a estar viva.
Se le ocurrió la idea de que nunca se había acostumbrado del todo a estar viva.
Benjamin Black, En busca de April, pág. 170
Traducción Miguel Martínez-Lage, Alfaguara, madrid 2011
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