martes, 14 de febrero de 2023

Oda a la claridad



   La tempestad dejó 
   sobre la hierba 
   hilos de pino, agujas, 
   y el sol en la cola del viento. 
   Un azul dirigido 
   llena el mundo. 
 
  Oh día pleno, 
  oh fruto 
  del espacio, 
mi cuerpo es una copa en que la luz y el aire caen como cascadas.
 
  Toco 
  el agua marina. 
  Sabor 
  de fuego verde, 
  de beso ancho y amargo 
  tienen las nuevas olas 
  de este día. 
  Tejen su trama de oro 
  las cigarras 
  en la altura sonora. 
  La boca de la vida 
  besa mi boca. 
 
  Vivo, 
  amo 
  y soy amado. 
  Recibo 
  en mi ser cuanto existe. 
  Estoy sentado 
  en una piedra: 
  en ella 
  tocan 
  las aguas y las silabas 
  de la selva, 
  la claridad sombría 
  del manantial que llega 
  a visitarme. 
  
  Toco el tronco de cedro 
  cuyas arrugas me hablan 
  del tiempo y de la tierra. 
  Marcho 
  y voy con los ríos 
  cantando 
  con los ríos, 
  ancho, fresco y aéreo 
  en este nuevo día, 
  y lo recibo, 
  siento 
  cómo 
  entra en mi pecho,
  mira con mis ojos. 
   
  Yo soy el día, 
  soy 
  la luz. 
  Por eso 
  tengo 
  deberes de mañana, 
  trabajos de mediodía. 
  Debo 
  andar 
  con el viento y el agua, 
  abrir ventanas, 
  echar abajo puertas, 
  romper muros, 
  iluminar rincones. 
No puedo quedarme sentado. Hasta luego. Mañana nos veremos. Hoy tengo muchas batallas que vencer. Hoy tengo muchas sombras que herir y terminar. Hoy no puedo estar contigo, debo cumplir mi obligación de luz: ir y venir por las calles, las casas y los hombres destruyendo la oscuridad. Yo debo repartirme hasta que todo sea día, hasta que todo sea claridad y alegría en la tierra.


Pablo Neruda





 




 

 



 

 


 

viernes, 25 de febrero de 2022

Hamnet

 

  Herrería de Compludo

    Eliza no se había dado cuenta de que él seguía subiendo allí; no sabía que todavía se refugiaba en ese sitio. Ella no había vuelto desde la muerte de Anne. Pasea la mirada por la habitación: techo abuhardillado, la parte inferior de las tejas del tejado, balas y más balas de lana que tienen que estar ahí, fuera de la vista. Ve cabos de vela viejos, una navaja, un tintero. Esparcidos por el suelo, varios papeles con palabras escritas, tachadas, vueltas a escribir, tachadas otra vez, arrugados y tirados al suelo. Ve que su hermano tiene manchas negras en el pulgar, en el índice y en los bordes de las uñas.¿Qué estará estudiando aquí arriba, en secreto?

-¿Qué sucede? -le pregunta.
-Nada -responde él sin mirarla-. Nada de nada.
- ¿Qué te aflige?
-Nada.
-Entonces, ¿qué haces ahí arriba?
-Nada.

    Ella mira las bolas de papel. Ve la palabra “nunca” y la palabra “fuego”, y otra que puede ser “volar” o “colar”. Cuando levanta la vista otra vez ve que su hermano la está mirando con las cejas enarcadas y se le escapa una breve sonrisa. Es la única persona de esta casa - y de toda la villa, por cierto- que sabe que ella entiende las letras, que sabe leer. ¿Y por qué sabe leer? Porque él le enseñó,y a Anne también. Todas las tardes, aquí, cuando volvía de la escuela. Trazaba una letra en el polvo del suelo y decía, mira, Eliza, mira, Anne, esta es la “pe” y esta es la “a”, si después colocas una “ene”al final pone “pan”. ¿Lo véis? Hay que mezclar los sonidos, decirlo seguido, hasta que el sentido de la palabra te llega a la cabeza.

Maggie O'Farrell, Hamnet,
Traducción de Concha Cardeñoso,
Libros del Asteroide, Barcelona 2020

viernes, 31 de diciembre de 2021

UN LIMÓN




Seleccionado y publicado entre los mejores relatos presentados al XIX Concurso del Premio Nacional de Relatos Cortos de la Asociación de Mujeres Progresistas de Badajoz
   Hay que tener un poco de sed, que el amarillo entre por los ojos con ganas, frescura líquida. Tu cerebro tiene que estar alerta y sentir una expectativa: la transformación de los datos, la consumación de los hechos. Los limones han de ser de verdad: irregulares, consistentes, del Sur; preferiblemente de un patio o de una huerta familiar, de la finca donde los domingos la abuela centra su necesidad vital en criar limones.

    Elige solo uno y apriétalo entre la palma de la mano y la punta de los dedos para calibrar peso y consistencia. Ahora cierra los ojos y visualízalo. Conecta por un momento tus huellas dactilares con cada célula nerviosa y la rotunda solidez del limón. Concéntrate para que, en un instante, la imaginación y la realidad busquen una convergencia. A lo largo de la vida, uno se construye a base de apilar material en su fuero interno, el fondo del pensamiento, trivialidad, inexactitud, ácido amarillo.

    Abre los ojos y raspa o levanta una buena lasca de la corteza con un cuchillo bien afilado, la hoja acerada sin llegar a la pulpa dejará a la vista la esponjosidad blanca del limón como una herida blanda, notarás los poros en eclosión vaporizando aceites. Cierra los ojos, acércatelo y huélelo por la zona del corte. No duele pero duele, más bien escuece.

    Continúa con los ojos cerrados, acerca la punta de la lengua presionando suavemente, no hay prisa al buscar distinguir la suavidad del albedo y el contraste perfumado de la esencia de la corteza. Ese primer sabor resulta poderoso y refrescante. No lo olvides: punta y suavidad, lengua y albedo.

    Déjate llevar. Aquí tienes que buscar la continuidad de las experiencias ya vividas, vuelve a la edad primigenia cuando tu boca carecía de palabras y tu lengua húmeda exploraba volúmenes o atrapaba sabores. Abre los ojos, arrastra ahora ese mismo espacio descarnado con el filo de los dientes y lame suavemente con la punta de la lengua tus labios; hay otro sabor, los notarás más turgentes, como picosos y un toque de bergamota aparecerá como una nota reconocible. Ahora son tus labios los que huelen, los que saben, los que se alteran, presiónalos suavemente con los dientes, humedécelos para reconocerlos en ese latir afrutado.

     Corta el limón en dos. Disfruta de un nuevo olor: es el ácido cítrico lo que percibes ahora. Es el momento de morder con el filo de tus dientes incisivos con tanto tacto que seas capaz de notar cómo crujen las celdillas de la pulpa. A partir de aquí empezará la guerra entre los jugos y la carne: échale valor y pasa la lengua por los zumos. Por un momento piensa en el ácido, en el futuro escozor; deja que tu mente se adelante y te prevenga, “¡peligro!, ¡peligro!” dice tu cerebro, la sensación puede ser amarga y tus labios ya lo saben, tus dientes también. Es la quemazón en esas gotas de fuego: el limón despierta las heridas, esas que la saliva ha adormecido con su bálsamo constante, con su rutina sin sobresaltos. No así la lengua que se encrespa, se afina preparándose porque está muy despierta... 

    Abandónate y muerde con todas tus fuerzas lejos de la impostura. Deja que tu lengua, vibrante y encendida, sea la que dicte la geografía de la vida estructurada en información vital.





Relato publicado en ¡¡Siempre relatando!!, Volumen IV, "QUIZÁ EL TIEMPO SE MIDA EN PALABRAS", Asociación de Mujeres Progresistas  de Badajoz, Diputación de Badajoz, 2021

viernes, 14 de febrero de 2020

Verlaine y su Serenata

Como la voz de un muerto que canta
desde el fondo de su sepulcro,
amante, escucha subir hasta tu retiro
mi voz agria y falsa.

Abre tu alma y tu oído al son
de mi mandolina:
para ti he creado, para ti, esta canción
cruel y fantástica.

Cantaré tus ojos de oro y de ónix,
limpios de toda sombra,
cantaré el Leteo de tu seno, luego el
de tus cabellos oscuros.

Como la voz de un muerto que canta
desde el fondo de su sepulcro,
amante, escucha subir hasta tu retiro
mi voz agria y falsa.

Después alabaré, convenientemente,
esta bendita carne,
cuyo voluptuoso perfume evoco
en las noches de insomnio.

Y para acabar cantaré el beso
de tu labio rojo
y tu dulzura al torturarme,
¡Mi ángel, mi vida!

Abre tu alma y tu oído al son
de mi mandolina:
para ti he creado, para ti, esta canción
cruel y fantástica.

Sérénade,  (Poèmes saturniens).           
Paul Verlaine (1844-1896)              

viernes, 22 de noviembre de 2019

Frigiliana

Sistema hidráulico para el Ingenio
Pozo Batán
Buscando el agua del Río Higuerón
Calera


Río Higuerón


Estratos


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