viernes, 31 de diciembre de 2021

UN LIMÓN




Seleccionado y publicado entre los mejores relatos presentados al XIX Concurso del Premio Nacional de Relatos Cortos de la Asociación de Mujeres Progresistas de Badajoz
   Hay que tener un poco de sed, que el amarillo entre por los ojos con ganas, frescura líquida. Tu cerebro tiene que estar alerta y sentir una expectativa: la transformación de los datos, la consumación de los hechos. Los limones han de ser de verdad: irregulares, consistentes, del Sur; preferiblemente de un patio o de una huerta familiar, de la finca donde los domingos la abuela centra su necesidad vital en criar limones.

    Elige solo uno y apriétalo entre la palma de la mano y la punta de los dedos para calibrar peso y consistencia. Ahora cierra los ojos y visualízalo. Conecta por un momento tus huellas dactilares con cada célula nerviosa y la rotunda solidez del limón. Concéntrate para que, en un instante, la imaginación y la realidad busquen una convergencia. A lo largo de la vida, uno se construye a base de apilar material en su fuero interno, el fondo del pensamiento, trivialidad, inexactitud, ácido amarillo.

    Abre los ojos y raspa o levanta una buena lasca de la corteza con un cuchillo bien afilado, la hoja acerada sin llegar a la pulpa dejará a la vista la esponjosidad blanca del limón como una herida blanda, notarás los poros en eclosión vaporizando aceites. Cierra los ojos, acércatelo y huélelo por la zona del corte. No duele pero duele, más bien escuece.

    Continúa con los ojos cerrados, acerca la punta de la lengua presionando suavemente, no hay prisa al buscar distinguir la suavidad del albedo y el contraste perfumado de la esencia de la corteza. Ese primer sabor resulta poderoso y refrescante. No lo olvides: punta y suavidad, lengua y albedo.

    Déjate llevar. Aquí tienes que buscar la continuidad de las experiencias ya vividas, vuelve a la edad primigenia cuando tu boca carecía de palabras y tu lengua húmeda exploraba volúmenes o atrapaba sabores. Abre los ojos, arrastra ahora ese mismo espacio descarnado con el filo de los dientes y lame suavemente con la punta de la lengua tus labios; hay otro sabor, los notarás más turgentes, como picosos y un toque de bergamota aparecerá como una nota reconocible. Ahora son tus labios los que huelen, los que saben, los que se alteran, presiónalos suavemente con los dientes, humedécelos para reconocerlos en ese latir afrutado.

     Corta el limón en dos. Disfruta de un nuevo olor: es el ácido cítrico lo que percibes ahora. Es el momento de morder con el filo de tus dientes incisivos con tanto tacto que seas capaz de notar cómo crujen las celdillas de la pulpa. A partir de aquí empezará la guerra entre los jugos y la carne: échale valor y pasa la lengua por los zumos. Por un momento piensa en el ácido, en el futuro escozor; deja que tu mente se adelante y te prevenga, “¡peligro!, ¡peligro!” dice tu cerebro, la sensación puede ser amarga y tus labios ya lo saben, tus dientes también. Es la quemazón en esas gotas de fuego: el limón despierta las heridas, esas que la saliva ha adormecido con su bálsamo constante, con su rutina sin sobresaltos. No así la lengua que se encrespa, se afina preparándose porque está muy despierta... 

    Abandónate y muerde con todas tus fuerzas lejos de la impostura. Deja que tu lengua, vibrante y encendida, sea la que dicte la geografía de la vida estructurada en información vital.





Relato publicado en ¡¡Siempre relatando!!, Volumen IV, "QUIZÁ EL TIEMPO SE MIDA EN PALABRAS", Asociación de Mujeres Progresistas  de Badajoz, Diputación de Badajoz, 2021

1 comentario:

  1. Estas sensaciones que te hacen revivir tu pasado, cuando ibas descubriendo la realidad de la vida mediante la experiencia, me recuerda muchísimo la "madeleine" de Marcel Proust. Enhorabuena Cristina, estás en el buen camino.

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