La tempestad dejó
sobre la hierba
hilos de pino, agujas,
y el sol en la cola del viento.
Un azul dirigido
llena el mundo.
Oh día pleno,
oh fruto
del espacio,
mi cuerpo es una copa
en que la luz y el aire
caen como cascadas.
Toco el agua marina. Sabor de fuego verde, de beso ancho y amargo tienen las nuevas olas de este día. Tejen su trama de oro las cigarras en la altura sonora. La boca de la vida besa mi boca. Vivo, amo y soy amado. Recibo en mi ser cuanto existe. Estoy sentado en una piedra: en ella tocan las aguas y las silabas de la selva, la claridad sombría del manantial que llega a visitarme.
Toco el tronco de cedro
cuyas arrugas me hablan
del tiempo y de la tierra.
Marcho
y voy con los ríos
cantando
con los ríos,
ancho, fresco y aéreo
en este nuevo día,
y lo recibo,
siento
cómo
entra en mi pecho,
mira con mis ojos.
Yo soy el día, soy la luz. Por eso tengo deberes de mañana, trabajos de mediodía. Debo andar con el viento y el agua, abrir ventanas, echar abajo puertas, romper muros, iluminar rincones. No puedo quedarme sentado. Hasta luego. Mañana nos veremos. Hoy tengo muchas batallas que vencer. Hoy tengo muchas sombras que herir y terminar. Hoy no puedo estar contigo, debo cumplir mi obligación de luz: ir y venir por las calles, las casas y los hombres destruyendo la oscuridad. Yo debo repartirme hasta que todo sea día, hasta que todo sea claridad y alegría en la tierra.
Pablo Neruda
No hay comentarios:
Publicar un comentario